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Nunca es demasiado tarde.

En el instituto, había una chica en mi grupo de fe que llevaba una vida bastante desordenada. Le gustaba salir de fiesta, pasar tiempo con chicos, liarse con ellos y no volverles a ver. Ella podía salir de fiesta los sábados por la noche, y luego venir al grupo de fe y a misa el domingo. Tenía una increíble capacidad de introspección espiritual, pero pensaba que era demasiado tarde para ella porque llevaba a cuestas demasiados pecados. Era una chica encantadora, pero tenía una adicción.

Gracias a Dios vino a una conferencia de verano con el grupo de fe cuando íbamos a empezar el segundo año en el instituto.

En la conferencia había una sesión para mujeres en la que una chica joven hablaba de las virtudes y la belleza de la castidad y la pureza y la realización que viene con ello. Mi amiga se marchó preparada para pasar página. Había allí un puesto donde vendían anillos de pureza. Yo he llevado uno durante años y la animé a comprarse uno, y lo hizo.

Volvimos al colegio y un mes después todavía llevaba el anillo y no había ido a ninguna de las inmorales fiestas de instituto a las que solía ir. Pero en nuestro segundo o tercer día de clase, mientras estaba comiendo con un chico que era amigo suyo, este le preguntó por el anillo y ella le habló sobre la conferencia.

Se burló de ella: “¿No es un poco tarde para ti?”

Humillada se quitó el anillo y nunca lo volvió a llevar. En unos pocos meses volvió a su vieja vida.

La lección de esta historia es algo que mi amiga nunca aprendió. Nunca es demasiado tarde para pasar página.

Perdónate.

No significa que te olvides, sino que no dejes que esos sentimientos vuelvan y te obsesionen, perjudicando tu felicidad. Es muy fácil caer en una depresión cuando miras de nuevo tus errores. Deja de maltratarte cuando no tienes que hacerlo.

El resultado de esos errores es que has crecido más fuerte y eres más capaz de reconocer el vacío que la cultura del sexo rápido conlleva y la alegría que conlleva el ser casto. Es un regalo que viene de las cenizas de tu vida anterior.

Hazte una promesa.

Hazla tangible y guárdala como recordatorio. Esto puede hacerse usando un anillo o cualquier otra joya. Escribe un contrato o un acuerdo y ponlo donde lo veas todos los días. Busca un recordatorio visual de esta promesa.

Yo llevo un anillo de castidad, que puede parecer fuera de moda, sobre todo para alguien de mi edad, pero me encanta. Es un recuerdo tangible para mí de la promesa de mantenerme casta y pura, y me da la oportunidad de testimoniar ante muchos una vida casta y la alegría que me da.

Una de mis amigas se compró una carcasa para el móvil con las palabras de Mateo 5, 8: “Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios”. Esto le sirve como recordatorio porque mira el móvil muchas veces al día.

Otra idea es buscar una cita del Chastity Project, o un versículo de la Biblia, y guardarlo como fondo de pantalla del móvil o del ordenador. Cuelga un recordatorio en el techo sobre tu cama y será lo primero que veas al despertarte y lo último que veas antes de dormirte.

La gente va a opinar. No les dejes llegar a ti.

Llevar una vida pura y casta, no es fácil. No es corriente. Los rollos de una noche y el sexo antes del matrimonio prometen satisfacción fácil e inmediata, pero es temporal y en última instancia te dejará vacío y solo.

La gente pensará que es raro. Los que opinen sobre ello será gente cercana a ti; tus amigos, tu familia.

He escuchado a un conferenciante sobre la castidad decir que si te estás peleando con las tentaciones y quieres volver atrás es que lo estás haciendo bien. Sigue así y mantén la promesa. No te destrozará, te acabará llenando la vida.

No te acobardes. Sé un testigo de la realización que aporta la castidad. Responde sus preguntas y si te molestan con sus comentarios, díselo. Podrías ayudarles a observar su propio estado. Comienza una reacción en cadena en tu grupo de amigos.

Y recuerda siempre, si caes y te equivocas, nunca es demasiado tarde para empezar de nuevo.

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560303_10151049006362011_1779988895_n-2Hannah Crites is a junior Communications Arts major and Theology minor at Franciscan University of Steubenville. She originally hails from Denver, Colorado and has written for numerous publications and blogs, hoping to someday work as a Catholic Youth speaker and author. She is currently working for the Steubenville Conference office as an engagement assistant where she helps manage outreach beyond the conferences through social media and Steubenville Fuel website. Connect with her through Twitter (@hannah_crites) and Facebook. Check out more of what she has written here.

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