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Con velo… Por amor a los ángeles.

Hace unos cuantos años, el sacerdote que concelebró en mi boda (el padre Louis Solcia) me sugirió que hiciera algo que no he hecho desde el día en que me casé: llevar velo en la iglesia.

Siempre he considerado el velo como una tradición pasada de moda, reservada a ancianas piadosas. Para ser sincera, lo primero que pensé fue: “De ninguna manera, ¿qué pensará la gente? ¡Seré la única persona con menos de 80 años que lleve uno!”.

Empecé a preguntarle a Dios por qué me pediría algo así, y luché con Él en la oración sobre la idea. Poco a poco, dejé de lado mi estima humana y me pregunté: “¿Por qué todas anhelamos llevar un velo en nuestra Primera Comunión, y soñamos con llevar uno el día de nuestra boda, pero nos avergonzamos ante la idea de llevarlo en cualquier otro momento?”. En ambas situaciones, llevamos velo mientras nos acercamos a nuestro terreno o celestial novio.

Pensé: “Por lo que respecta a mi forma de vestir, ¿cuál es la diferencia entre cómo visto el sábado a la cena y el domingo en misa?”. Cuando me presento ante el altar de Dios, ¿no debería haber diferencia? Después de todo, podrías llevar tu “vestido de domingo” para cualquier evento formal, pero no harías lo mismo con un velo.

Así que, a pesar de las inseguridades que me asustaban, me puse uno y fui a la iglesia. Sorprendentemente, tuve una sensación de paz inmediata. Pronto, lo que llevaba en la cabeza hizo que reevaluara lo apropiado del resto de mi vestuario. Después de todo, ¿cómo puede una mujer llevar un velo en su cabeza sin “velar” suficientemente el resto de su cuerpo? Me descubrí siendo más consciente y deliberada en mis acciones y oraciones. Me recordó que estaba en un lugar sagrado y en una Presencia Sagrada.

El velo renovó mi sensibilidad hacia lo sagrado. Aunque ya sabía que cada iglesia es la morada de Dios, me di cuenta más profundamente de que quería hablar conmigo. Quería ser más una mujer de Dios.

Estos movimientos internos me llevaron a investigar sobre el velo. Aunque todavía estoy aprendiendo su significancia teológica, me fascinó el hecho de que San Pablo dijo que las mujeres deberían llevar velo “por los ángeles”. Me sorprendió aprender que las tres esquinas del velo representan que la mujer se encuentra bajo la protección de la Santísima Trinidad.

Estaba especialmente intrigada cuando leí como las feministas en los años 60 exhortaban a las mujeres a “quitarse sus insignias de la esclavitud hacia los hombres y deshacerse del velo”. El velo no representa mi esclavitud hacia los hombres, sino, como Alice Von Hildebrand remarcaba: “el cuerpo de la mujer debe llevar velo porque todo lo que es sagrado pide ser velado… El velo, velar algo, indica su sacralidad y es un privilegio especial de la mujer que entre en la iglesia con velo”.

A veces es difícil, porque me siento como si fuera la única en la iglesia que lleva uno. En esos momentos me pregunto: “¿Por qué estoy haciendo esto?” Pero no soy la única. Hillary Clinton se puso uno cuando se encontró con el Papa Juan Pablo II y también Michelle Obama en su encuentro con Benedicto XVI. A pesar de sus menos-que-católicas políticas públicas, se pusieron velo. Si ellas llevan velo cuando están ante la presencia de humanos para mostrar respeto, ¿cómo puedo no hacer lo mismo en la presencia de Dios?

Llevando un velo no tengo la impresión de ser más santa o de complacer más a Dios que aquellas que no lo llevan. Al fin y al cabo, Dios mira nuestros corazones por encima de todo lo demás. Todo lo que sé es que, si estás pensando en llevar uno, no tengas miedo. No eres la única, y a veces otras mujeres tan solo necesitan ver tu valentía y entonces te seguirán. Dios no nos dio un Espíritu de miedo, sino que nos ofrece su coraje para alzarnos y ser luz para los otros.

Aunque hay mucho más que se podría decir, os dejaré con estas citas de otras mujeres que se han sentido bendecidas por llevar un velo:

“Creo que llevar velo es un bello símbolo exterior de reconocimiento de la feminidad y su distinción de la masculinidad. Llevarlo me ayuda a crecer en virtud, en modestia, en humildad y en auténtica feminidad.”

“Puede que la gente se quede mirando, puede que quede expuesta a juicios, y no, no soy perfecta. ¡Ninguna de estas razones fueron suficientes para evitar que mostrara mi amor y respeto por Dios!”

“Llevo un velo porque, mientras estoy en la presencia de Dios, preferiría estar escondida de todos excepto de Él. Me recuerda que estoy ahí por Él.”

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c-evertCrystalina Evert has spoken to hundreds of thousands of people on four continents about the virtue of chastity and is the author of Pure Womanhood and How to Find Your Soulmate without Losing Your Soul. She runs the website womenmadenew.com and lives in Denver with her husband, Jason, and their children. (She loves the veils from www.veilsbylily.com)

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