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G, L, B, T… ¿Cuál es tu identidad?

Aunque es cierto que las atracciones hacia el mismo sexo son parte de la historia de mi vida, hoy comparto de mí mismo para defender la Iglesia Católica. Si, has leído correctamente, defenderla. Oro para que abras tu corazón y puedas escuchar mi voz.

¿Quién dices que soy? 

Muchas personas (aún personas católicas) han tratado de imponer una identidad “gay” sobre mí. Aquellas personas sienten que si quiero ser honesto conmigo mismo, debería describirme y definirme de tal manera. Muchas son muy francas y dicen que si no acojo esta etiqueta de identidad,entonces me odio, tengo desilusiones, estoy negado, envuelto en vergüenza y así sucesivamente (y en verdad estos comentarios ya se están poniendo viejos).

Esta manera de pensar refleja una idea muy anclada (y falsa) la cual dicta que “ser gay” o “ser heterosexual” es “quienes somos”. Tal vez es por eso que las personas piensan que debo acoger la identidad “gay” para poder vivir  una vida llena y plena de gozo. No pueden comprender que hay otra manera–una manera que yo acojo con gozo.

Hoy yo me veo a mi mismo como un hijo querido del Altísimo; un hermano en Cristo. En vez de definirme de acuerdo a las atracciones que siento (las cuales son una faceta de mi ser) yo baso mi identidad primeramente en mi relación con Dios –y aún sigo siendo honesto conmigo mismo sobre las atracciones que tengo. ¡Al escoger y acoger esta identidad, he encontrado más gozo del que yo pensaba era posible!

Al darme cuenta de unas imparciales y claves realidades, he llegado adonde estoy hoy:

Aunque yo no escojo a quien me siento atraído, yo sí escojo como me defino y como me identifico. Cuando me di cuenta de lo anterior, supe que tenía que ver mis atracciones y mi identidad como distintas si en verdad quería ser honesto conmigo mismo.

Tener el corazón abierto a crecer en virtud es tener el corazón abierto hacia Cristo, mientras tener el corazón cerrado a crecer en virtud es tener el corazón cerrado a crecer en Cristo. Gracias a mi amor por Dios, supe que tenía que abrir mi corazón hacia la virtud.

Buscar plenitud en Cristo mientras rehusar crecer en la virtud es una contradicción. Buscando plenitud primeramente y ante todo en Cristo mientras acoges una identidad incompleta como “gay” o “heterosexual” (identidades que no están ancladas primeramente y principalmente en Cristo) va a desgarrar tu alma en direcciones opuestas. Yo viví esto. Todo se redujo a mi propia sinceridad para crecer en la virtud de castidad. Esto me hizo comprender lo siguiente:

La Iglesia no rechaza a la gente. Más bien algunas personas rechazan a la Iglesia. Sólo yo puedo decidir si realmente abriré mi corazón a crecer en la virtud, y mi decisión revelará el estado de mi corazón. Y esto me hizo realizar que:

Si realmente amamos a Cristo, nos desvincularemos de lo que debilita la virtud (como las actividades incastas y las etiquetas incompletas que nos reducen a nuestros deseos sexuales y/o románticos).

Gracias a esta realización, yo sabía que no podía seguir identificándome como “gay” y continuar siendo honesto con mí mismo. Aquella etiqueta de identidad me condujo a no verme de acuerdo a mi relación con Cristo. Yo sabía que tenía que escoger la opción de abrir mi corazón a la virtud – y olvidarme de aquella etiqueta de identidad.

Si lo piensas, identificarse como ” gay y Católico ” es similar a identificarse como “heterosexual y Católico”. Ambas etiquetas son tristemente inadecuadas para los hijos e hijas de Dios – ¡somos mucho más que estas etiquetas!

La Identidad sí importa

Las etiquetas de identidad que utilizamos influyen sobre aquello que percibimos como gratificante y de este modo influye como vivimos nuestras vidas. Por esa razón, tenemos que enfocarnos en la formación de la identidad. Esto es los que nos separa a nosotros que defendemos la Iglesia Católica de aquellos que desean destruirla.

¿Qué deberíamos hacer nosotros?

La Iglesia nos invita a todos a convertirnos en motivos vivientes para que alguien pueda verse primeramente y principalmente a través de los ojos de Cristo. Sin embargo, el amor de Dios brillará aún más a través de nosotros como ” los motivos vivientes” si nos esforzamos a ser ejemplos de la plenitud de la virtud en nosotros mismos. Así es como ganaremos corazones para el Señor… yo soy una prueba viviente de esto.

Es por eso que hoy ofrezco alegremente mi vida para defender la Iglesia católica.

¿Ayudarás a compartir mi voz?

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Hudson Byblow es un orador, autor y consultor católico que vive en el Medio Oeste, donde tiene una carrera en educación. Ha presentado en conferencias nacionales e internacionales en los Estados Unidos y Canadá y también presenta al clero, escuelas y parroquias. Además, Hudson se desempeña como consultor de varias agencias católicas, oradores y educadores. Su sitio web es www.hudsonbyblow.com y se puede reservar enviando un correo electrónico a info@hudsonbyblow.com.

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